jueves, 11 de marzo de 2010

La burbuja del Real Madrid



Corría el año 2002 cuando Zinedine Zidane marcaba un golazo al Bayer Leverkusen que daba el título de Campeones de Europa al Real Madrid. La Champions League era lo que necesitaba el club para hacerse grande en el año de su centenario. Su presidente, Florentino Pérez, lo había hecho posible de la manera más rápida, esto es, adquiriendo, a golpe de talonario y sin reparar en gastos, los mejores jugadores en activo para alinear el mejor equipo de fútbol del mundo, el Madrid de los galácticos. Por aquel entonces, Europa estrenaba una moneda única y un nuevo modelo de economía centralizada, y nuestro país empezaba a darse a conocer en el mundo mediante lo que se conoció como "el milagro español", un eufemismo para dar a entender que una nación de chichinabo podía estar a la cabeza de la economía de los países desarrollados. El milagro, si es que había tal, tenía un secreto: la construcción. Había una burbuja inmobiliaria y era el mejor momento para entrar ella, el sistema todavía no era una estafa piramidal y a él iba llegando una oleada de inversores que se habían dado cuenta de que si invertían sus dineros en pisos, el valor de estos crecería sin tocar techo jamás, y los dineros se multiplicarían como en otro milagro, el de los panes y los peces. Florentino no pertenecía a estos inversores, sino a los de una oleada anterior que ya estaba haciendo uso de sus beneficios para otros menesteres, como empresas energéticas o clubes deportivos.

Pero el milagro español era, como el Madrid de los galácticos, un espejismo. Los pisos, claro está, no podían subir eternamente, y el batacazo sería tanto mayor cuantos más casas se construyeran, algo que, en el caso de España, era notorio, ya que en un año se levantaban más pisos en este país que en dos o tres potencias mundiales (de las de verdad) juntas. Asimismo, el Madrid de los galácticos consiguió la Champions, la Supercopa de Europa y la Intercontinental, pero apuesto a que, si alguien hiciera números (a mí no me apetece), si se relaciona el dinero gastado en fichajes por el Madrid de Florentino con los títulos obtenidos, probablemente el Madrid de los galácticos tenga uno de los resultados deportivos más mediocres de la historia del Club. Con Florentino, el Madrid no era más que una tienda de camisetas (eso sí, una tienda cuya caja registradora echaba humo).

En el 2006 la burbuja empezaba a desinflarse muy lentamente y la España del milagro claudicaba. Florentino, elegante gentleman experto en convertirlo todo en oro, tenía que dejar paso, de nuevo, a la España de siempre, la del trinque, la de los mandatarios soeces, la de los alcaldes corruptos, la de las asambleas de pandereta, en definitiva, la España de Ramón Calderón. Pasado un tiempo, al español medio empezaba a mosquearle eso de que su piso no siguiera subiendo eternamente, mientras que al aficionado del Madrid le dolía la sequía que vivía el Club en lo fubolístico, con sólo dos títulos de liga y un equipo sin más galácticos que Casillas y Raúl ("¿canteranos? vamos, no me jodas"). Algo había que hacer. Florentino tenía que volver. Al igual que el que se pilla una hipoteca a cincuenta años por un zulo de sesenta millones no va a admitir que le hayan estafado de por vida, la ceguera del aficionado le impide ver que a) Florentino nunca había demostrado ser un máquina de hacer títulos, sino de llenar arcas y b) no hay una manera rápida y fácil de hacer que un equipo se convierta en el mejor del mundo, hace falta trabajo colectivo, paciencia y visión deportiva, todo ello a largo plazo. Pero la España de siempre sólo entiende de pelotazos, de levantar pisos y más pisos esperando que la fórmula funcione siempre, de comprar religiosamente Lotería de Navidad confiando en que me toque a mí y no a los demás o que, por lo menos, "el premio esté repartido" (cuando, precisamente, la lotería es un medio para conseguir que el dinero que ya estaba repartido vaya a parar a unos cuantos). El aficionado del Madrid, muy español él, esperaba que un presidente pudiera dar la vuelta a la tortilla gastándose trescientos millones de euros.

Ayer, un equipo de verdad, sin estrellas pero con un gran esfuerzo colectivo, echó de la Champions al Madrid de Cristiano y Kaká. Veamos esta vez cuánto saca Florentino de sus camisetas.

(Nota: Al igual que creo que el actual Real Madrid es una representación perfecta de la cultura española del pelotazo, creo que el actual Barça es un ejemplo de lo contrario, pero no porque Cataluña no sea España: A la hora de inflar burbujas y tolerar la corrupción de sus diligentes, tanto catalanes como valencianos y vascos han sido tan españoles como Paco el Pocero.)

1 comentario:

  1. Gran radiografía de nuestra cultura del pelotazo en la construcción y del ladrillazo en el fútbol.

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